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qu soy tan complaciente conmigo mismo, cuando ya no me queda mucho en que
complacerme?
Debe quedar algo por hacer. No s qu, pero debe quedar algo. Qu raro, una
esencia de mi verdadero yo an permanece conmigo. Algo que estaba conmigo cuando
era nio y an conserva su pureza e individualidad. Lo nico por lo que puedo
reconocerme. Ojal fuera menos quejoso y pudiera dar expresión a esa esencia. Si ha
vivido a pesar de m, entonces puede vivir despus de m.
Qu otra cosa soy? Cómo puedo saberlo? Sólo un manojo de carne y huesos, an
capaz de disfrutar del sol. Ojal tuviera agallas para redondear mi vida como se debe...
Irguió la cabeza y miró alrededor, moviendo las agostadas mejillas para estimular los
tiesos msculos de los ojos.
Yalleranda observó el gesto. Se colocó las manos delante de la cara, formando una
pirmide, y puso una pupila de tal modo que miraba a travs de esa tienda oscura al viejo
sentado en la silla. Moviendo un oscuro dedo, Yalleranda poda deslizar esa negrura
como una hoja y cortar por los hombros al viejo, hasta dejarlo sin cabeza.
Sin saber que alguien lo decapitaba, Chun Hwa oteó el paisaje. El Valle de los
Manzanos se extenda a la izquierda con su compleja vegetación. Un ro atravesaba el
Valle, empujando arroyos que parecan rastros de babosa por las cuestas circundantes. A
orillas del ro haba una aldea; de vez en cuando se vea una persona. Un rebao se
acercaba a la aldea, aunque pareca petrificado por la distancia. A Chun Hwa le gustaba
pensar en ese panorama como el presente.
A la derecha se extendan las tierras carbonizadas, simples en su desolación, y Chun
Hwa las consideraba el pasado. Haban quemado esa tierra como se quema el fondo de
una olla, matando irreparablemente su fertilidad natural. Las armas del hombre se haban
vuelto tan potentes como la mano de Dios. Nada viva. Haba cauces de ros secos donde
el lodo se rizaba como astillas de alfarera rota. Dos gigantescas mquinas del pasado se
haban encontrado en el valle negro, a orillas del ro. Ahora estaban trabadas, los flancos
estriados de herrumbre, demolindose lentamente una a la otra.
He aqu el plano de nuestra situación -se dijo Chun Hwa-, trazado por una mano
celestial. Todos los hombres deberan venir a Perfil Devastado para verlo y aprender. Mi
hija Cobalto debera venir aqu. Vera los dos lados del hombre inscritos en el paisaje...
cincelados a dentelladas... el lado negro y el verde. -Suspiró-. El lado negro est
agotado para siempre? No debe haber reconstrucción. El hombre debe permanecer cerca
de la naturaleza.
De nuevo sintió la vibración de esa esencia interior. Su preciso poder vena de esa
vaga entidad, la naturaleza.
-Cobalto no entiende. Quiere que la humanidad vuelva a ser poderosa. Si pudiera ir al
futuro, tal como vine del pasado, entonces vera y sabra, y tendra poder para prevenirla
a ella y a su generación. Eso sera lo ltimo que podra hacer antes de estar realmente
acabado.
Los dedos oscuros hicieron un corte y el viejo quedó dividido, aunque no se enteró. No
obstante, se movió con inquietud y miró alrededor. La imagen de su adorable y terca hija
le martillaba la cabeza.
-Cobalto, cuando seas una mujer muy vieja... Ojal nunca te llegue ese momento, pero
cuando llegue... el amor de tu padre an anidar en ti. Yo me habr ido, pero mi amor
permanecer en tus huesos.
Se apeó rgidamente del caballo y comió el refrigerio que llevaba en cuencos metidos
en una caja de porcelana. Se limpió los labios con una servilleta de seda.
-Arre, Pata de Cuero -dijo despus de poner la caja detrs de la silla, y el caballo
empezó a llevarlo a casa. El Valle desapareció a sus espaldas, hundindose bajo el
espinazo del risco; los manzanos tambin se hundieron. El hombre y su montura bajaron
por el lado negro de Perfil Devastado, bajaron entre rocas derretidas, entre pequeos
aludes de polvo y cuarzo, hacia la rida planicie. Ahora se vea que descendan por un
imponente crter de cientos de kilómetros de dimetro, del cual Perfil Devastado era un
labio fruncido.
El suelo era como una costra. Mientras iban hacia el ro tuvieron que sortear las
mquinas trabadas en frgido combate.
-...despejar y sostener operación Pulga... preparando pronóstico de radiación por
estratos Lockwood 546 Rising 541... despejar y sostener...
-Cancelado enlace parmetros aleatorios barrido territorial 577819 cerrando vector
772816... cubierta punitiva cubierta punitiva...
-Cero. Contraataque...
Las voces eran speras y crepitantes.
El jinete y el caballo continuaron por el lecho del ro. De lejos, un nio los segua,
taciturno como un halcón, e igualmente resuelto.
Las cenizas se volvieron ms finas, el lodo se redujo a un limo arenoso. De nuevo
crecan rboles, un poco distanciados entre s.
-Ya estamos cerca de casa, Pata de Cuero -dijo Chun Hwa. Los rboles no llegaban a
formar un bosque. En sus delgados troncos, letreros pintados marcaban un nuevo
territorio.
Adelante haba un paraje ms verde, un parque cercado tan brillante y ntido como un
toldo. Mientras hombre y bestia se aproximaban, un tramo de parque empezó a cambiar,
ponindose borroso como una imagen en un espejo enturbiado por el aliento. Las
ilusiones se multiplicaban en el aire, enormes cubos de nada penetraban otros cubos
similares, el espejo devolva una imagen insustancial de s mismo. Reaccionando ante la
cercana de las criaturas que se acercaban, chorros de molculas se elevaron en el aire
como si alguien hubiera activado unas fuentes. Las molculas caracoleaban, se nublaban,
chispeaban, se escarchaban y formaban superficies reflectoras, una detrs de otra, en
perfecto orden, definiendo las paredes de la casa de verano de Chun Hwa.
Cuando el hombre y la montura llegaron a la casa, las paredes eran opacas.
Con paciencia, Chun Hwa llevó al caballo lentamente por la casa y llamó en voz baja a
su esposa, Wangust Ilsont. Despus de dejar a Pata de Cuero en el lugar que le
corresponda, fue a pie a buscarla. La temperatura, como el sol de invierno, lo entibiaba y
lo refrescaba al mismo tiempo.
Wangust se estaba integrando con dos criados. Los echó, se le acercó, apoyó las
palmas de pergamino en las palmas de papel de Chun Hwa. Armonizaron la respiración,
trabajando lentamente de los pectorales a los abdominales, hasta que los latidos de los
dos corazones se fundieron en un ritmo nico que se comunicaban a travs del tacto.
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